El pasado febrero, un cliente me preguntó si no sería más sencillo dejar de complicarse y centrarse únicamente en invertir en un fondo que replique el índice global de renta variable. «El mundo ya se equilibra solo», me dijo. No era la primera vez que oía algo así. Y, a primera vista, parece lógico.
Muchos inversores buscan exposición global, y el índice más utilizado para ello es el MSCI World. Suena bien: “Mundo”. Aunque su nombre sugiere una diversificación geográfica equilibrada, la realidad es bastante distinta: hoy, más del 70% del peso del índice está en compañías cotizadas en Estados Unidos. En 2008, ese peso era del 50%. Esta evolución no ha sido fruto de decisiones arbitrarias, sino del propio funcionamiento del índice, que otorga más peso a lo que más sube. Y ahí está el primer matiz: el índice se mueve con el viento de cola del mercado y, sin que muchos lo adviertan, concentra más riesgo del que parece.
El comportamiento de las bolsas americanas ha sido sobresaliente en los últimos 17 años, y también el del dólar. En buena parte, esto se ha sustentado en un crecimiento mayor de beneficios y de productividad. Pero eso no significa que haya que comprar sin mirar el precio. En las inversiones, como en la vida, no solo importa qué se adquiere, sino cuánto te cuesta.
Desde 2021 empezamos a ver un aumento sostenido en el precio pagado por beneficios. A finales del año pasado, las acciones americanas se pagaban a 28 veces los resultados publicados (el conocido PER), frente a unas 15 veces en Europa. Es decir, por cada euro de beneficio que se compraba en Europa, en EE. UU. se pagaban casi dos. Aunque las valoraciones han bajado desde entonces —el PER se ha moderado en EE. UU.—, siguen claramente por encima de la media histórica.
No se deje llevar por rentabilidades pasadas, por brillantes que hayan sido.
Para ponerlo en contexto, basta recordar que, tras la burbuja tecnológica del año 2000, el S&P 500 alcanzó ratios de entre 35 y 47 veces beneficios. No estamos ahí, pero tampoco en zona de ganga. Aun así, la mayoría de los fondos globales siguen sobreponderando EE. UU. por simple capitalización que puede tardar en reequilibrar.
Hace poco compartí en otra tribuna que había razones para volver a mirar hacia Europa: por precio, por composición sectorial y por diversificación. La renta variable europea está más expuesta a sectores industriales, empresas de menor tamaño y divisas fuertes como el franco suizo o la corona noruega, que pueden actuar como colchón en momentos de turbulencia. Y sobre todo, porque cotiza a múltiplos más razonables.
Pero hay más. En marzo de este año, por primera vez en mucho tiempo, los fondos de renta variable europea recibieron más dinero que los fondos globales o estadounidenses. No es un dato menor. La industria de fondos y ETFs gestiona en renta variable más de 40 billones de dólares (trillones en el sistema anglosajón), un volumen que equivale a la suma de las economías de Estados Unidos, Alemania, Japón e India. En abril, hemos visto salidas en fondos de renta variable, pero principalmente en los de acciones estadounidenses.
Atención a la divisa
Otro aspecto poco comentado, pero de gran impacto, es el comportamiento de las divisas. Muchos inversores no prestan atención al tipo de cambio hasta que ya ha hecho mella en la rentabilidad. En los años 2000 a 2008, cuando el dólar se debilitó, el PIB de la zona euro creció casi el triple en dólares que el de Estados Unidos: un 48% en euros frente a un 44% de USA en dólares… pero al convertirlo a dólares, el crecimiento de la eurozona acumulaba el 120%. Además, la debilidad del dólar ayudó a contener la inflación en Europa.
Ese periodo coincidió, no por casualidad, con un excelente comportamiento bursátil en la eurozona: entre abril de 2003 y diciembre de 2007, el Euro Stoxx 50 subió un 150% y el Ibex 35 un 200% frente a un 40% del S&P 500 en euros (si no se cubrió el riesgo divisa). Por entonces, pocos inversores en España querían saber nada de EE. UU. ni del dólar.
En 2008, invertir en Apple o en Google parecía bastante más arriesgado que tener acciones españolas. Pero, como en la moda, lo que un día se deja de llevar puede volver a ser tendencia. Europa ya lo fue, y no sería la primera vez que recupera protagonismo.
Esto no es una llamada a vender EE. UU., ni mucho menos. El dinamismo, la innovación y la capacidad de generar valor de sus empresas siguen siendo innegables. Pero sí es una invitación a invertir con perspectiva. A no confundir lo que ha funcionado recientemente con lo que tiene sentido a futuro. El pasado no se repite, pero a veces rima… y conviene recordar que ha habido épocas en las que el liderazgo del mercado americano no era tan claro, y diversificar fue una gran decisión.
Por eso, cuando alguien me pregunta si no sería más fácil replicar simplemente el MSCI World, suelo pensar que, afortunadamente para los que nos ganamos la vida como asesores financieros, la respuesta es no. No es tan fácil. Y hay que tener cuidado con no invertir siempre con el retrovisor. Porque a veces, la carretera gira sin avisar y te tiene que pillar mirando hacia delante.
Tribuna de Marta Diaz-Bajo, socia directora de Estrategia de atl Capital en Cinco Días