Las diez mayores gestoras del mundo son estadounidenses, aunque entre las veinte primeras ya aparecen europeas como UBS o Amundi. Las gestoras de los grandes bancos españoles —CaixaBank, Santander y BBVA— figuran dentro de las cien mayores por volumen de activos.
Sin embargo, para encontrar firmas españolas independientes, que no dependan de bancos ni aseguradoras, hay que descender más allá del puesto 400. Ahí aparecen nombres como Bestinver, Trea o Abante. Con una cuota aún reducida en el mercado nacional, su peso global es prácticamente irrelevante. ¿Supone eso un problema a la hora de aportar valor a sus clientes?
La industria de gestión en España difiere bastante de la de otros países. Más del 85 % del patrimonio está en manos de gestoras bancarias, que concentran su oferta en fondos muy conservadores. En 2024, los fondos de inversión españoles vivieron un año récord: el patrimonio creció en unos 50.000 millones de euros (+14 %), de los que 25.600 millones correspondieron a suscripciones netas, según Inverco. El liderazgo fue para la renta fija, con más de 22.000 millones de entradas. Siempre que el mercado lo permite, las gestoras bancarias recurren a los fondos de renta fija a vencimiento, ya sean garantizados o con objetivo de rentabilidad no garantizado.
Fuera de los bancos y aseguradoras encontramos apenas una docena de entidades cuyo perfil se orienta a un cliente de más largo plazo, con mayor exposición a renta variable y otros activos de riesgo. Si ponderamos por volumen la exposición media a renta variable de los fondos de Santander, obtenemos un 26 %. En Abante, esa cifra supera el 40 %. En los últimos cinco, diez y quince años, la renta variable ha batido con holgura a la renta fija, aunque a costa de asumir notables vaivenes en el valor de la cartera.
Otra peculiaridad, común en Europa continental, es el uso de ETFs y fondos indexados: se emplean sobre todo como instrumentos de gestión por profesionales y rara vez son adquiridos directamente por el inversor final.
España es diferente
El modelo de distribución también marca diferencias. La comisión de gestión del fondo suele cubrir también el asesoramiento y otros servicios en España y Europa,. En Estados Unidos o Reino Unido, esa comisión solo paga la gestión; el asesoramiento se abona aparte. En la práctica, el coste total para el cliente puede ser igual o incluso superior, dependiendo de su patrimonio.
Los inversores españoles que acceden por su cuenta a fondos indexados, en su mayoría de gestoras internacionales, pagan menos comisiones. Pero ¿acaban ganando más? La respuesta no es tan evidente. El resultado final depende mucho menos de la rentabilidad relativa de un fondo concreto que de cómo se construya la cartera inicial y de las decisiones que se tomen a lo largo del camino.
En mi experiencia, quienes optan por esta vía suelen ser personas curiosas y, en general, más atrevidas. Como todos, están expuestos al bombardeo constante de la publicidad digital. Basta con haber buscado productos financieros para que el teléfono se llene de noticias y mensajes incitando a probar novedades. Cuanta más interacción sin análisis ni reflexión, mayor la probabilidad de cometer errores con un coste relevante para el propio patrimonio. Y eso le puede suceder a cualquiera, incluso a personas muy inteligentes: es fácil dejarse llevar, especialmente si al principio una operación salió bien.
Estrategias comparables
En las comparativas de fondos solemos fijarnos en los ganadores de cada año. Sin embargo, a un inversor no debería importarle tanto destacar en un periodo corto, ni siquiera en cinco, si ese no es su horizonte real. Cada quinquenio ha tenido campeones distintos. Lo que de verdad conviene observar es la consistencia
Para ilustrar la importancia de la consistencia, basta con comparar dos fondos de renta variable global. Uno sencillo, de una gestora como Abante, que ha mantenido al menos tres estrellas durante más de veinte años: Abante Bolsa. Y otro, con fama de estrella, que llegó a tener cinco estrellas y rentabilidades espectaculares hasta 2021, lo que lo convirtió en uno de los más demandados entre los inversores españoles más atentos —o más expuestos a su publicidad—: el Seilern Stryx World Growth.
En los últimos cinco años, hasta agosto, Abante Bolsa ha logrado un 8,67 % anualizado, mientras que el Seilern Stryx no alcanza el 5 %. Y lo más llamativo es que, pese a que a diez años el fondo de Seilern todavía supera al de Abante, la rentabilidad media que han obtenido sus partícipes es 1,5 % inferior a los de Abante Bolsa. La razón está en el llamado gap del inversor: la diferencia entre la rentabilidad del fondo y la que realmente obtienen quienes entran y salen en los peores momentos.
Quizá deberíamos dejar de obsesionarnos con si las gestoras son pequeñas o grandes, o con si un fondo logra cinco estrellas durante un tiempo. La verdadera decisión es otra: ¿qué fondos le permitirán alcanzar sus objetivos financieros? ¿Sabría seleccionarlos y vigilarlos para decidir cuándo conviene cambiarlos? ¿Podría hacerlo sin asesoramiento? En un mercado dominado por lo digital, las ofertas llegarán continuamente. Conviene no olvidar que las modas, por brillantes que parezcan, pueden salir muy caras si se entra en ellas sin mesura.
Tribuna de Marta Díaz-Bajo, directora de Estrategia de atl Capital