El confort de los depósitos se acaba: ¿y ahora qué?

Desde 2023, muchos ahorradores han disfrutado de una comodidad poco habitual: tener el dinero en depósitos y fondos monetarios remunerados casi al nivel de la inflación. Tras años sin rentabilidad, cobrar un 3% sin preocuparse por dónde invertir ha sido un pequeño lujo. Pero todo indica que ese confort tiene los días contados.

Con el Banco Central Europeo anunciando recortes de tipos, los depósitos y los fondos monetarios empiezan a perder atractivo. Y entonces surge la pregunta inevitable: ¿qué hacer ahora? ¿Mantenerse en la seguridad de la renta fija a corto plazo, o asumir más riesgo buscando mayor rentabilidad en fondos de renta variable, quizá en acciones europeas y españolas, que siguen cotizando con descuento frente a otros mercados?

El dilema no es nuevo, pero esta vez la decisión tiene matices importantes. Porque quedarse inmóvil también es una decisión. Y a menudo, una cara.

Diversificación

La erosión que causa la inflación al permanecer en productos conservadores empieza a ser más acusada. Es cierto que en España esto rara vez inquieta al ahorrador medio: mientras se mantenga el capital nominal, muchos sienten que no pierden. Pero en un entorno donde los precios siguen subiendo, dejar el dinero parado sigue siendo una forma silenciosa de perder poder adquisitivo. Y esa pérdida, aunque no se vea reflejada en el extracto bancario, es real.

Al mismo tiempo, al otro lado hay activos que podrían estar iniciando un nuevo ciclo. La renta variable europea ofrece valoraciones razonables y este año ha comenzado a despertar el interés del inversor internacional.

Sin embargo, el paso no debe darse a ciegas. Mover el dinero no significa saltar al primer fondo de bolsa que nos llame la atención por lo que está haciendo este año. Se trata de organizar el ahorro según cuándo se va a necesitar y valorar qué parte puede estar invertida más tiempo sin tocarla, y cuál conviene mantener en depósitos o monetarios porque se va a utilizar pronto.

Quienes me leen saben que suelo defender una exposición diversificada a la renta variable global, evitando apuestas demasiado localistas. Y sigo creyendo en ello. Pero dentro de ese marco global, hay momentos en los que tiene sentido ajustar la exposición entre regiones, no por intuiciones de corto plazo, sino por diferencias en valoración, en las expectativas de beneficios, en las condiciones monetarias y en la dirección de los flujos de inversión.

Estado Unidos frente Europa

La bolsa estadounidense, en términos absolutos, está lejos de los excesos de valoración del año 2000, pero la brecha respecto a Europa sí se sitúa cerca de los niveles observados entonces. En este momento, la renta variable europea ofrece un punto de partida muy atractivo en términos de valoración.

Respecto a las expectativas sobre resultados empresariales, aunque las previsiones de Bloomberg siguen apuntando a un mayor crecimiento de beneficios en Estados Unidos que en Europa para los próximos 12 meses, en lo que va de 2025 se observa una mejora progresiva de las expectativas empresariales en Europa, mientras que en Estados Unidos comienzan a moderarse ligeramente.

Las condiciones monetarias también empiezan a jugar a favor de Europa. Mientras en Estados Unidos el ciclo de recortes se aplaza por la resistencia de la inflación, en la zona euro todo apunta a que los tipos empezarán a bajar pronto. Eso podría actuar como un catalizador adicional para una mayor demanda internacional de los valores europeos.

Porque las bolsas son, ante todo, un mercado. Y al final, lo más determinante es si por fin empieza a despertarse un verdadero interés internacional por invertir en Europa.

Durante el mes de febrero, los fondos de inversión en bolsa europea anotaron su mayor entrada de dinero en el último año, mientras que los fondos de renta variable estadounidense registraron reembolsos netos por primera vez en los dos últimos.

Según Morningstar, los inversores americanos también están aumentando sus compras de acciones europeas.

No se trata de invertir todo en Europa, sino de no ignorarla cuando el mercado ha puesto el foco —y los flujos— en Estados Unidos durante los últimos quince años. Porque eso podría cambiar, como ya ocurrió entre 2002 y 2007.

Si bajamos al terreno práctico y nos preguntamos qué tipo de fondos elegir, hay que decir que en Europa existe un mayor porcentaje de fondos activos que baten a los ETFs. Y, además, para el inversor particular, los fondos ofrecen una ventaja fiscal: permiten diferir el pago de impuestos, lo que a largo plazo puede marcar una diferencia significativa.

Curiosamente, los fondos que han batido de forma consistente al índice lo han hecho sin alejarse mucho de él: mantienen una composición sectorial similar y se centran en seleccionar bien las compañías. No parece una fórmula revolucionaria, pero funciona. Fondos como el JPM Europe Equity Select o el GS Europe Core son buenos ejemplos de esa gestión activa contenida que, sin llamar tanto la atención, ofrecen mejores resultados a los inversores que otras estrategias más flexibles.

Los datos contradicen aquella afirmación de una gestora que pronosticaba que la gestión activa sería muy activa o no sería. Ya escribí una tribuna en su día, en la que expresé mis dudas sobre esa visión.

Para finalizar, quiero insistir en que no se trata de anticipar qué región lo hará mejor este año. Se trata de mantener una exposición equilibrada entre el potencial de crecimiento y el precio que estamos dispuestos a pagar, con un objetivo claro: preservar nuestro capital en el tiempo.

 

 

Tribuna Marta Díaz-Bajo, socia directora de Estrategia de atl Capital

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